miércoles, 7 de octubre de 2009

Por la cuesta abajo





Lo que está pasando en el Partido Popular no es algo que atañe solamente a ese partido, a sus líderes y militantes. Afecta a lo más profundo de las entrañas del sistema democrático español y a la salud moral del pueblo.

Queda lejos, a la vista de la publicación del sumario del caso Gürtel, las acusaciones al gobierno sobre una pretendida persecución a los populares por parte de la fiscalía y la polícia. La contundencia de las pruebas reviste tanta magnitud que ya no se sostiene esta acusación. La ramificación de la red de Correa por otras comunidades autónomas evidencia que no nos encontramos ante un caso aislado, así como que tampoco estamos hablando de unos regalos de nada.



No dudo que muchos afiliados y votantes del Partido Popular deben de sentir vergüenza por lo que está pasando, ellos no son solos los avergonzados, también lo estamos otros muchos que no votamos a ese partido.

Me preocupa que este caso se contemple como algo inherente únicamente al Partido Popular. Me inquieta la consigna de Rajoy sobre la recomendación, que deben de observar los militantes del partido, de indiferencia ante el caso. Me siento sobrecogido por la debilidad de Rajoy ante el asunto y la falta de autoridad de los órganos del partido para iniciar una depuración en su seno.

En una anterior entrada me equivoqué. Creí que el PP y Rajoy, singularmente, iban a actuar en relación con los ceses solicitados en la Comunidad Valenciana, pero no han sido capaces de imponer a Camps una solución de este tipo. Sin duda, en la famosa reunión del Parador de Alarcón el presidente del partido entendió la verdadera dimensión del problema y su amplitud y optó por una huida hacia delante. Esperar a ver que determinan los tribunales y confiar en el desgaste del gobierno con la crisis económica parece ser la estrategia a seguir.


De igual manera siento intranquilidad por las iniciativas socialistas. Es posible que a partir de aquí el PSOE y el gobierno opten por una estrategia similar: Dejar pudrir los temas pendientes, reafirmarse en políticas y actitudes que le alejan de su electorado y confiar en que la corrupción pase factura a los populares.

Nos encontraríamos entonces con una reafirmación de actuaciones en los dos partidos mayoritarios con la esperanza en cada cual, de que las actuaciones del contrario les lleve directamente a la derrota electoral. No se trataría de ganar las próximas elecciones sino que el contrario las pierda por los errores cometidos.

De ser así la frivolidad la acabarán pagando ambos, pero no solo ellos, pierde el sistema, pierde el pueblo español que se reafirma ante los acontecimientos en un sentimiento antipartido.

Los partidos son un pilar básico de la democracia pero, cada vez más, es perceptible el alejamiento de estos colectivos de la ciudadanía. La abstención creciente lleva a la devaluación del sistema. La crisis en el modelo de partidos conlleva el acceso de esa extraña fauna que puebla algunas democracias. Son los terceros y en muchos casos la llave en la toma de decisiones en los parlamentos son los populistas, los mesiánicos, los xenófobos, los guardianes de la moral etc.

En otros casos, esos terceros acceden al poder (Berlusconi) pervirtiendo y viciando la sociedad y el estado ante la apatía general.

Juan Español que sufre entretanto la crisis, observa el ir y venir de los partidos, paga el incremento de impuestos o desfila nuevamente hacia la cola del INEM, contempla el panorama y encuentra un nuevo motivo para retomar la vieja máxima franquista: “Todos son iguales”.

Los que pensamos que no todos son iguales, que en los partidos, en todos, hay personas que creen en su idea de sociedad, que admiten el sistema democrático como el menos malo de los posibles estamos obligados a reclamar, cada uno en su ámbito, actuaciones decididas para corregir esta peligrosa deriva en la que nos encontramos inmersos. No es hora de preguntarnos sobre lo que pasa. Es hora de olvidarnos del tacticismo en que hemos convertido nuestros movimientos en los partidos y en la sociedad y reclamar una política democrática y la moralidad en los asuntos públicos.

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