lunes, 5 de septiembre de 2011

Vuelta de tuerca a la democracia (I)



Se destaca por algunos la contradicción que sugiere la posición de una Esperanza Aguirre que al mismo tiempo que congela la inversión y el gasto en educación pide al ministerio la posibilidad de tener una policía autonómica propia con la que combatir el creciente desorden en la calle.

Señalar lo obvio de esa contradicción dejándolo como algo atípico e incongruente parece ser ahora el empeño de algunos. Juzgar la iniciativa política de la presidenta desde los parámetros clásicos de la existencia de una derecha mala que no cree en la educación pública, sin más, me parece una tremenda equivocación, una más, de la izquierda.

La iniciativa de Aguirre en relación con el orden público hay que enmarcarla dentro de lo que conforma el Manual de Actuación del Poder en Tiempos de Crisis. La que aplica en tiempo de paz y en el orden interno el clásico dilema de cañones o mantequilla de Samuelson.

¿Por qué digo poder y no digo derecha? El poder siempre es derecha, los objetivos, la justificación de sus acciones y su modo de gestionar obedece a los planteamientos de las capas poderosas de la sociedad de ese tiempo y de ese territorio. No importa que unas veces sea gestionado por su brazo político, los partidos de la derecha, otras por los partidos de la izquierda moderada y una más por los partidos de régimen único situados teoricamente a la izquierda.

Expliquémoslo gráficamente, aunque ello suponga herir algunas sensibilidades; La izquierda moderada, la aceptada y que acepta el sistema tal cual está, se asemeja en su labor a un perro guardián que desde una determinada caseta se encarga de guardar una finca; su libertad y radio de acción llega hasta el punto en que la cuerda se vuelve tirante y le impide progresar salvo riesgo de quedar ahorcado. En los momentos de crisis, el amo (el poder) ata en corto al perro guardián, impidiéndole movimientos que en otros tiempos tenía y le encarga otras tareas entre las que se incluye la de mantener a raya a todos los que se sobrepasen. Por eso en la gestión de la crisis, cuando esta se vuelve aguda, hay tan pocas diferencias entre la derecha y la “izquierda”. La explicación habitual es que solo hay un modo de gestionar la economía, y no solo la economía, sino también, su inmediata consecuencia, la gestión de la calle. Se debate aún si la actuación de la policía española en estos últimos tiempos, ha sido dirigida por los responsables políticos o, digámoslo a las claras, es porque le sale de dentro a los propios policías. Ni hay un solo modo de gestión de la economía – extenderse sobre esto merecería otra entrada- ni hay un solo modo de gestionar el orden público y las libertades de todos en la calle.

El grado de desafección con los políticos de izquierda - Caldera en un artículo de este pasado verano en El País decía desafección por la política y no por los políticos en una intencional confusión, valoración en la que suel incurrir su tambien paisano Quintanilla - ha alcanzado niveles antes nunca vistos. El electorado al que se habrá de consultar próximamente está siendo hábilmente manipulado por los medios afines a los partidos mayoritarios. El miedo es común tanto en los unos como los otros. No se trata de asegurar la victoria del Partido Popular, algo que se da por hecho, se trata ya de que la caída del PSOE no sea tan sustancial y de que otros partidos situados a la izquierda con clara voluntad rompedora, sobre todo esto, puedan sacar diputados en territorios en los que el descontento es máximo. La última reforma electoral exigiendo la firma del 3% para presentar lista de los electores es una primera piedra puesta por ambos partidos en esa dirección. Mientras tanto, se mantiene el injusto sistema de reparto de diputados para los minoritarios estatales. No es al PP al que se favorece con esa reforma sino al propio PSOE. El pacto sellado con la reforma constitucional va más allá; garantiza la continuidad de lo sustancial y permitirá políticas menores en los que cada cual muestre las diferencias con respecto al otro. Todo muy parecido a esos combates de lucha libre americana que nos regala la televisión los fines de semana.

Recuperar mayores cotas de democracia exige la entrada de aire nuevo en el parlamento de la nación, requiere de la ruptura de esa polarización que en nuestro parlamento personifican los dos partidos mayoritarios. Observará el lector que para nada hablo de los partidos nacionalistas, partidos que ejercen de mercaderes del templo tratando arrancar de los unos y los otros beneficios para su parroquia y sin atender a otra cosa que no sea eso, en este plano son irrelevantes. En la medida en que la izquierda se aleja de sus fundamentos y adopta cada vez más los postulados de la derecha suele fragmentarse. Es la única salida, y la única posibilidad, de mantener vivo, aunque disminuido en representación, los objetivos de siempre: La emancipación de las clases desfavorecidas. El paso consiguiente sería la reconstrucción de la izquierda sobre nuevas bases reconociendo la pluralidad existente en su seno.

Para que la izquierda gane necesita que la izquierda hegemónica pierda poder. El caso alemán es bastante ilustrativo al respecto; la coalición PSD-CDU supuso el hundimiento definitivo de los socialdemócratas que antes pasó por el amargo trámite de la desactivación en gran parte de sus políticas de izquierda bajo el mando de Schröder.

Si se quiere mantener vivo el programa de la izquierda precisamos una nueva izquierda que tome en consideración los anhelos y preocupaciones de los jóvenes, las mujeres, los trabajadores y los mayores, aspiraciones consistentes en la profundización de políticas de respeto al entorno, ampliación de libertades y una mayor justicia social, aspecto este último abandonado, no solo en España, sino en otros países, por la izquierda hegemónica. El acceso al parlamento de la nación de estas fuerzas solo puede ser a costa del PSOE. Este partido es el principal freno para el acceso de ese nuevo aire fresco situado a la izquierda en la política parlamentaria. Es en estas elecciones, cuando el resultado no se juega a cara de perro, y cuando las cosas parecen estar lo suficientemente claras para la derecha, el mas propicio para que se pueda producir ese salto cualitativo en la representación parlamentaria de la izquierda.


Continuara...

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