miércoles, 22 de diciembre de 2010

A mi que me registren; No llevo tabaco.




Tras la etiqueta Desahogos se recogen en este blog una serie de piececillas que tienen como único fundamento la protesta. No responden a lógica alguna, política o de cualquier otro tipo. La mayoría de las veces pudiera pensarse de ellas que son surrealistas, prefiero decir absurdas no vayamos a violentar con ello el espíritu de Bretón.

No soy fumador, lo fui en otra época y posiblemente lo volveré a ser. Fumo un año y lo dejo durante cuatro o cinco. Mi aspiración es no volver a fumar nunca más de modo habitual pero lo quiero dejar yo, no que me obliguen a hacerlo. Animo a mi mujer de modo prudente y respetando siempre su libertad a que deje de fumar y ella parece ser que está decidida. Dentro de dos o tres meses vendrán por esta casa dos recién nacidos y no es cuestión de que los nietos estén en una atmósfera insana. A veces, cuando me lo pide, voy al estanco y le compro el chester que me ha encargado.

La nueva ley del tabaco me incomoda. No quiero entrar en temas del respeto que todos debemos a los ciudadanos que no fuman y mucho menos en esa cuestión mas compleja que relaciona la libertad de cada cual con la salud propia. No me gusta que el Estado intervenga en cuestiones de cultura y costumbre. Me revienta un Estado que legisla sobre esto y mantiene una plantilla de inspectores de trabajo insuficiente para velar por la salud laboral de los trabajadores. Veo a la gente colgada de un hilillo en las fachadas, a otros con la cara negra subir en un ascensor de una mina de carbón, a otro pobre, echando asfalto líquido sobre una carretera en pleno verano con mas de cuarenta grados. Todos estos tienen su tabaco particular sobre el que no legisla suficientemente el Estado protector. La vida es el desafío constante al riesgo que nos acecha por cualquier lado. Reconozco el derecho de los no fumadores a una atmósfera limpia pero esto último ya no es eso, va más allá, es la persecución y la estigmatización de todo aquel que fuma. Pero decía que no quiero ceñir este post al debate mencionado anteriormente, ambos tienen sus razones, unos para fumar y otros para que no fumen en su presencia. Se trata de otra cosa.


Reivindico la estética del tabaco y de un modelo de vida que ha sido enterrado o estar en el camino de ser enterrado definitivamente, porque lo asocio a la libertad. Mis tiempos felices en el pasado tiene mucho que ver entre otras impresiones y vivencias con un Charles Laughton en su papel de flemático ingles en cualquiera de las películas que hizo, a un Orson Welles con un inmenso puro en una barrera de Las Ventas, a Peter Ustinov con un cigarrillo turco tratando de averiguar quien puede ser el asesino en pleno viaje por el Nilo y a un Marlon Brando gordo, muy gordo, ejerciendo de perista en compañía de Robert de Niro. No voy más allá, no quiero mencionar a un Glen Ford aplastando su cigarrillo con los ojos encendidos de celos ante Rita Hayworth o a un Humphrey Bogart acodado en el piano de Sam en Casablanca. Por no mencionar esa otro foto que encabeza este blog con mi admirado Albert Camús enfundado en volutas de humo.

Cada mañana cientos de personas corren por parques y calles. Los gimnasios se llenan de fanáticos y fanáticas cuya única obsesión son unos cuerpos perfectos en línea con lo promocionado por los gurús de una nueva estética. Torsos tan perfectos que parecen de plásticos, culos que llegan a ser, en su perfección modelada, auténticas esferas, piernas larguísimas… Pilates, aros, estiramientos, aparatos.

Ese mundo cuadriculado, previsible, en el que colaboran los poderes públicos con entusiasmo no es sino una nueva vuelta de tuerca en el control de la sociedad. La buena de Leyre que escribía en 2003 en Salud y Drogas sobre la política represiva del Partido Popular en materia de drogas blandas se ha hecho ahora mayor y declara la guerra total a todo aquellos que huela a humo. Previsible. La política en mano de los políticos es como el Cubo de Rubik, a todo se le da vueltas para hacerlo encajar, lo que antes fue ahora ni existe, y además nunca existió en boca de algunos.

No me gusta un mundo troquelado en el que costumbres, cultura y aficiones son regladas por un gobierno que ha resultado ser, salvo en economía, el mas intervencionista de todos los que hemos tenido.

No me gustan las modelos ni los modelos con cuerpos perfectos. No me gusta que me obliguen a dejar de fumar y beber. Quiero entrar en una cava, oir jazz y cortar con un cuchillo el humo que allí habita. Aunque no fume, quiero tener la posibilidad de seguir viviendo en un mundo como ese. Estoy hasta ahí de toda esta gente que quiere decirme incluso los kilos que he de pesar. Abomino de esas tías buenas que la publicidad y las revistas nos ofrecen como modelo y referente y me gustan en cambio las mujeres de talla XL.

En pocas cosas coincido con Luis Solana pero una vez le oí, hace ya muchos años, aquello de que la perfección era fascista y en eso, estoy totalmente de acuerdo con él aunque por doquier quieran vendernos que nuestro sentido en la vida es la búsqueda de la excelencia en todos los campos.


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