sábado, 24 de enero de 2009

La hora de la sociedad civil

Aún reconociendo que sociedad civil es más un término de consenso que un concepto claramente definido, deberíamos de coincidir que con él nos referimos al conjunto de iniciativas sociales que pueden tomar cuerpo en diferentes formatos tales como asociaciones, fundaciones y cuya característica más significativa es la de no estar sometidos a ningún tipo de control o dirección gubernamental y que, añado yo, no forma parte del engranaje institucional.

Esto nos lleva a una primera consideración, se da por sentado que los partidos políticos, en la medida que participan de una competición para la toma del poder (elecciones) no forman parte de la sociedad civil, son en realidad un instrumento del propio poder, independientemente de que en un momento dado sean gobierno u oposición.

Del mismo modo y aquí introduzco una matización en la noción tradicional de sociedad civil tampoco habría que calificar a los sindicatos mayoritarios como estamentos de la sociedad civil en la medida en que es el propio poder el que le reconoce una participación en la gestión, muy avanzada del propio estado según los casos y territorios y siempre muy por encima de otro tipo de asociaciones.

De este modo llegaríamos a una realidad; La sociedad civil quedaría conformada por el conjunto de asociaciones y colectivos que conjugan iniciativas tendentes a la mejora, cambio y organización de la sociedad.

Si algo nos aporta la reciente experiencia del cambio de gobierno en los Estados Unidos de América con la elección del presidente Barack Obama es el modo en cómo se han conjugado las iniciativas procedentes de la sociedad civil con un aparato y programa de partido en este caso el Partido Demócrata de los Estados Unidos.

Si bien el primer gobierno de Obama pudiera dar la impresión de que es un gobierno del Partido Demócrata en realidad habría que atribuir a la propia personalidad de Obama la elección de las personas, su noción de la participación de la ciudadanía y la superación de la estanqueidad partidaria y no al peso de un partido en el que ha sido un claro outsider.

Ciertamente la nominación de Obama como candidato reside más en la movilización de una gran amplitud de redes surgidas de la sociedad civil que ha utilizado una masiva presencia pública y los recursos tecnológicos proporcionados por Internet. Ha sido éso más que ganar asambleas en el seno del partido o tomar diferentes ejecutivas. Por lo tanto corresponde a la sociedad civil y sus redes las que han aportado una masiva inscripción de nuevos votantes en caucus y primarias. Recordemos que no es necesario ser afiliado o militante del partido para participar en la elección de candidatos tan solo el inscribirse como votante republicano o demócrata.

No es por lo tanto una iniciativa del partido, es una iniciativa de la sociedad civil la que ha promocionado a Obama a la lucha por la presidencia. Aquí el partido ha ido a remolque de las demandas de la sociedad.

Frente a una opción de “aparato” del cambio “posible” que encarnaba Hillary Clinton se ha pasado a otra, en términos estadounidenses, mas “liberal” que proyecta la noción de cambio hacia fronteras que el Partido Demócrata no osaba traspasar desde los años treinta del siglo pasado. Decisiones recientes como el cierre inmediato de Guantánamo, la prohibición de la tortura o la vía libre para la investigación de células madre suponen en los Estados Unidos opciones valientes dado el clima conservador que ha vivido ese país durante los últimos años.

Ha sido la ciudadanía norteamericana, su sociedad civil, cansada ya de los políticos clásicos la que mediante una acción básicamente asentada en internet la que ha optado por un cambio en profundidad, sigue utilizando a los partidos, no podía ser de otra forma, pero ha conseguido introducir la vida o al menos su presencia e ideas en los mismos.

Concurrían en realidad a estas elecciones con diferente matiz o grado dos outsider; Obama y McCain ambos, no muy queridos por los respectivos aparatos y los dos con concesiones a los respectivos aparatos en las figuras que llevaban de vicepresidentes han conseguido imponer un sesgo a la tradicional política de los partidos.

Si hay algo que se pone de manifiesto en los últimos años es la crisis que las formaciones políticas y sindicales vienen padeciendo. A esta crisis no es ajena la cultura de partido o de sindicato que, independientemente de donde se encuentre dentro del arco parlamentario; izquierda o derecha, cada vez más se vienen caracterizando por un funcionamiento interno que muchas veces mediante complejos mecanismos en la toma de decisiones colisiona con los fundamentos democráticos.

Los partidos son necesarios y por supuesto los sindicatos, estas instituciones forman parte esencial del sistema, no hay otro modo de participar en democracia. Los intentos continuos de democratizar las decisiones en el seno de los mismos y alejarlos de un funcionamiento sumamente presidencialista y unipersonal así como los sistemas de selección de candidatos donde la cooptación es la máxima imperante se ha venido saldando con continuos fracasos y eso obliga a los que queremos un cambio democrático real al fortalecimiento de la sociedad civil como único mecanismo que podría forzar a las direcciones de los partidos y sindicatos a un cambio real en ideas, formas y personas.

La experiencia americana, como la de Maragall cuando accedió por vez primera a la presidencia de la Generalitat Catalana reforzado y aupado también aparte de su propio partido por redes provenientes en su mayor parte de la sociedad civil de Cataluña, así lo aconseja. Ese sería el cambio real. Es muy difícil proceder a un cambio real si no llega el cambio a los instrumentos y no lo olvidemos, partidos y sindicatos son tan solo eso, instrumentos. No son un fin en sí mismo aunque así les parezca a sus dirigentes.

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