martes, 5 de abril de 2011

De predicar el evangelio en un convento de clausura


Supongo que no hay nada más aburrido que predicar el evangelio en un convento de clausura. Por supuesto que no lo he predicado, pero me imagino que soltar la retahíla de lo malo que es el diablo entre los convencidos no sirve de gran cosa.


Queda lo otro; convencer a los convencidos sirve, sobre todo, para crear masa. La masa en su peor acepción indica la existencia de un cuerpo acrítico, conducible y educado conforme a un determinado fin.


Como ya casi indique en el último post, este blog se ha quedado sin su función principal. Podría tener la posibilidad de servir a algunos de los grupos que en breve entraran, si no han entrado ya, en liza para ser el mayoritario dentro del PSOE, pero eso todavía no lo tengo muy definido. En todo caso, es algo que habría que dejar para luego, para más tarde, para el verano, tal como vienen diciendo todos.


Ahora es tiempo de otra cosa. Siento una especial pereza cada vez que hablo de lo malo que son los del Partido Popular, cuando lo hago, es mas por un motivo liberador que por señalar algo en concreto a unos lectores que son mucho mas listos que yo. No creo que este blog tenga la suficiente difusión y que sea leído en su gran parte por ciudadanos no alineados que quieran saber la opinión del que escribe. Sus seguidores y lectores pertenecen, casi todos, al ámbito de la izquierda y a éstos, poco puedo decirles sobre lo que son sus desvelos en relación con la derecha. La mayoría de ellos pasan por la izquierda a este luxemburguista moderado y socialista libertario defensor a ultranza de la libertad (siempre admiré a Rosa por haber sido una ultradefensora de la libertad a la vez que mosca cojonera con cualquier tipo de poder).


Por otro lado el adiestrar y proporcionar argumentos a las masas de izquierda en contra del Partido Popular encuentra en mí un doble escollo. El primero es el que he mencionado antes (los lectores están mas a la izquierda del que pueda estarlo yo) y el segundo, que desconozco el plan de campaña y no recibo las argumentaciones del comité electoral correspondiente cada mañana en mi correo personal.


No les voy a engañar, este maldito orgullo personal que tengo es el que me ha impedido, desde siempre, abonarme al coro de los aduladores que tanto pululan por el PSOE. Ese ha sido el sempiterno obstáculo que me ha impedido medrar, al contrario de muchos otros, a la sombra del poder. Siento una aversión especial ante ese tipo de personas. Decididamente no sirvo para ello, he conocido a cientos de ellos y los calo de modo inmediato.


Héme entonces pues aquí, brazo sobre brazo sin saber realmente que hacer en la nueva etapa. En mi pueblo, un pueblo de unos dos mil habitantes gobierna el PP. Su llegada al poder municipal consistió en hacer todo lo contrario a lo que propugnaba el PSOE. El PSOE quería hacer de esta localidad un pueblo dormitorio creando suelo urbano - algunos agricultores se frotaban las manos - para edificar unas dos mil viviendas y el PP quería dejar el pueblo como estaba o edificar con cuentagotas. EL PSOE quería hacer edificios de cuatro alturas y el PP sostenía el modelo de pueblo de chalets que es . EL PSOE quería abaratar las viviendas y los propietarios actuales y el PP no querían hacer nuevas viviendas más baratas que tiraran el precio de las propias por los suelos y propiciara la llegada de inmigrantes como en otros pueblos cercanos. El PSOE quería crear cuarenta puestos de trabajo en un municipio que tenía 1.500 habitantes y el PP y los que le dieron la mayoría no querían hacer crecer la administración municipal. El PSOE mantenía los impuestos y el PP nada más llegar bajó algunos y otros fueron congelados. Si a todo eso suman una escuela infantil y una guardería para los más pequeños, el asfaltado de todo el municipio, nuevos espacios infantiles y deportivos creados de la mano del gobierno de la comunidad (PP) se cierra el círculo por completo.


Votaré, como siempre, a mis compañeros del PSOE de este pueblo, a los mismos de siempre, a los que repiten, salvo los caídos en las guerrillas internas, en las listas elección tras elección, a los que sintonizan a piñón fijo con las viejas ideas surgidas del manifiesto elaborado en la provincia o en la región. Los votaré sabiendo que sus ideas están gastadas y que no entienden realmente de que va la cosa. Soy demasiado mayor y tengo pocas ganas de embarcarme en batallitas municipales y promocionar a los que no están. Les votaré porque no hay otra lista de izquierda, pero eso no me impide ver la realidad. Así que solo me descruzaré de brazo en el momento de meter la papeleta en la urna.


Sé que no hago bien, pero a falta de otra cosa trataré de que el PP, aquí en mi pueblo, no se crezca demasiado, porque sé que si crecen más de la cuenta toda esa sintonía que ahora tienen con la mayoría del pueblo acabara pasando a ser una mayor sintonía con su propio bolsillo y por eso, no paso.

Leer más...