Se echan de menos las voces auténticamente independientes. Las que sabían llegar a lo más íntimo de cada uno de nosotros, las mismas que en un momento determinado con palabras y argumentos adecuados nos inducían a una mayor reflexión sobre las cosas que a nuestro alrededor sucedían.
Algunos rememoraron algo parecido al canto del cisne; la admonición cariñosa y un tanto amarga que lanzó un último rayo de luz sobre el nuevo tiempo que nos tocaba vivir.
Este es un mundo de dos orillas, como si fuese un río cualquiera. El mayor caudal de agua fluye con fuerza en un centro, no político, que nada quiere saber de los cantos de sirenas que desde los márgenes nos llegan.
Dónde quedan los comentarios y el modo de contar las cosas de un Iñaki Gabilondo o de un Antonio San José. Hace poco que se fueron y ya parece una eternidad. De un Manuel Vicent escondido en la última columna de El País de los domingos, rehén de un discurso cada vez más estético. El certero análisis de un Cebrián periodista, engullido ahora por el sillón y aplicado en el negocio de su nuevo cargo de CEO del Grupo Prisa. En otros, el paso del tiempo y las nuevas servidumbres impuestas les han ido apartando poco a poco de los medios
En las orillas, sin bajar al río y sin mojarse el culo permanecen las otras voces, las voces militantes, los escritores de los aparatos, los que acudiendo puntualmente a su turno en esta emisora o a la otra nos vienen a decir lo que cada mañana reciben de los estrategas. Son en definitiva, los mercenarios de las causas. La derecha sigue teniendo sus voces, son las mismas desde hace muchos años pero la izquierda social, que no partidaria, carece de voz.
El maniqueísmo estúpido y la forzada adscripción al pensamiento único, profundamente rechazado por el intelectual que se encuentra en la izquierda, arrinconaron a otros muchos hacia un lugar al que por historia personal y discurso no pertenecen. El espacio adjudicado por uno u otro aparato.
¿Cuál es el tipo de sociedad que desea la izquierda social de este país? ¿Quién iluminará el camino por el que hay que transitar? ¿Da respuesta la “izquierda” en el poder a las expectativas de una España más justa, más solidaria y más igualitaria? Es tal la pobreza del debate al que diariamente asistimos que los únicos horizontes que se vislumbran son el de la resignación o uno peor, el de la postración.
Estamos de enhorabuena porque un dictador, uno de tantos, abandona el puente de mando de un país como Egipto. Los sociólogos y politólogos empiezan a escudriñar las claves de una revuelta-revolución sin líderes conocidos, los nombres que suenan se incorporaron posteriormente a un movimiento cuya principal característica es su acefalia. No hay programa, no hay proyecto, es una reacción frente a la tremenda pobreza, la falta de libertad y a la existencia de unos gobernantes corruptos que se apropian de una parte muy sustancial de la riqueza del país. De todo esto, aún tenemos que oir con vergüenza ajena a los que respaldaron, Solana entre ellos, por razones geoestratégicas al dictador, también les vemos abrazar sin pudor la nueva causa de la libertad cuando fueron ellos los que contribuyeron a establecer un cordon protector para occidente gestionados por sátrapas.
¿Será ese el camino que nos tocará recorrer aquí en un futuro? La crisis económica que en un principio afectó a los países desarrollados con grandes desequilibrios internos ha acabado por afectar también a los países del sur. Allí no hay burbuja inmobiliaria ni desajustes financieros, la causa ha sido el encarecimiento de las materias primas, la subida de precio en los alimentos y la brutal tasa de desempleo lo que ha lanzado a la gente a la calle.
Todo va bien hasta que en un determinado momento salta. Donde no existen cauces democráticos el descontento toma la forma de revuelta. Cuando el sistema, aunque sea democrático en lo formal, tampoco da las respuestas adecuadas porque no existe una distinción real entre las políticas que los unos y los otros ofrecen, la gente que no se siente representada, primero deserta y luego, acaba también por saltar.
Cuando en nuestras ciudades el hambre se extienda y las carencias de todo tipo se agudicen - todos los días paso cerca del local de Cáritas y veo como por día que pasa el número de los que esperan a que se abra la puerta crece - los anestesiantes que algunos hábilmente han venido administrando a esta sociedad perderán toda su eficacia. A falta de las voces de los que ya no están construyamos nuestra propia voz, otro camino no hay.
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