Sé bien poco de Cataluña y eso, me impide analizar con profundidad el resultado de las elecciones. El sumar votos, el indagar sobre dónde se encuentran esos doscientos mil votos que les faltan a los del PSC es un juego divertido pero un tanto inútil a toro pasado. Está demostrado que en política todo acaba olvidándose y los errores del pasado sirven de base para nuevos tropiezos en el futuro.
El PSC ha pagado sus frivolidades. La primera es la de haber accedido al gobierno de la mano de unos auténticos cantamañanas políticos: Esquerra Republicana de Cataluña. Han pagado también el error de jugar a ser de una tierra intermedia entre el independentismo, el soberanismo y el federalismo. Parte de las bases electorales obreras y españolistas se han quedado en casa o han votado al Partido Popular y a CiU. A los primeros por ejercer de lo que son y no avergonzarse de ello y a los segundos, porque a pesar de todo, transmiten una imagen de seriedad.
Curioso esto, porque esa seriedad que perciben no se ve alterada por los casos de corrupción. La corrupción es algo que el electorado da por descontado en los políticos y lo hacen, porque consideran - triste conclusión - que la corrupción es algo inherente a la política. Hay dos tipos de corrupción, la que roba o atraca, y la otra, la que produce un enriquecimiento por la acumulación de cargos para sí o, pongamos el ejemplo, para la esposa, hijos, hermanos y amigos. A esto último, a esa utilización del poder y sin que sea corrupción de modo estricto, la consideran como tal.
Desde Madrid dirán que Montilla ha pagado el error del tripartito, la política del gobernar a todo trance o la frivolidad del gauchismo de salón catalán; El pasarse de frenada del alma catalanista y soberanista de los Nadal, Maragall, Turra o Castell. Desde Cataluña dirán que se han pagado los platos rotos de la crisis, el paro o la última deriva política de Zapatero en favor del mercado y los empresarios. Unos y otros trataran con ello de seguir echando balones fuera. Nadie reconocerá los propios errores, y lo que es peor, no intentaran remediarlo, ya que de hacerlo supondría violentar inercias internas al uno y al otro lado del Ebro.
Los problemas de la izquierda son comunes en Francia, Alemania, Reino Unido o Andorra, pero no deberíamos de olvidar que otros son específicos. Está el componente común, el de la falta de respuesta a las situaciones “reales”, quiero recalcar esto, de una sociedad en cambio continuo pero hay otros que son imputables al modo de entender, aplicar y comunicar lo que la izquierda hace en cada país.
La izquierda en general y el PSOE en particular, quieren contraponer sus políticas ilusionantes con las que otros realizan. Pasar de lo ilusionante a lo ilusorio es lo que ocurre la mayoría de las veces.
La izquierda en el poder, y más en estos tiempos de tenebrismo ideológico, se ha decantado por una visión mesiánica de la política, se siente imbuida de su “necesidad social”. Quiere, ante la falta de alternativas socialdemócratas en el plano económico, proponer un cambio: Entendamos por políticas de izquierda aquellas que pretende las vanguardias sociales. A veces, la mayoría diría yo, es lo único que se da al electorado como izquierda.
Mesianismo, iluminismo y vanguardia social son los esquemas mentales que impulsan las políticas de la Nueva Izquierda. Escogen como justificante de su misión programas y políticas sin contenido económico. El inconveniente estriba en que son movimientos que no tienen urgencia para la gran mayoría de su base social, esos sectores de la población piensan que mientras hacen unas cosas no se hacen las otras, las que ellos esperan y necesitan. Parte de ese electorado; empleados, obreros y clases medias tradicionales están y esperan de la izquierda algo bastante simple: Justicia económica y social y mejores condiciones de vida. Sólo hay que impregnarse de pueblo, abandonar los cenáculos, hablar con gente en los barrios, mercados y bares para saber que el alma que late dentro del pueblo de izquierda es esa y no otra. Hace tiempo que el PSOE dejo de frecuentar y sentir esos ámbitos y por eso actúa de espalda a lo que demandan las clases populares.
La izquierda actúa como un buque rompehielos quebrando con su proa la conformidad social y haciendo de ello su exclusiva seña de identidad. El problema no radica en que haga eso, el problema consiste en que es eso lo único que parece realizar. Ha sido la propia sociedad la que ha venido rompiendo moldes en sus avances hacia la secularización y los nuevos modelos sociales, ya lo hacía incluso con el franquismo. Es la sociedad la que exige, llegado el caso, nuevos modelos de relación. No son los poderes públicos los que deben de impulsarlos, sino tan solo legitimarlos cuando la demanda es consistente. Llegado el caso le corresponde hacerlo de modo natural, sabedora de que no corresponde a una necesidad de carácter general. Esas políticas no son cuerpos centrales de una política de izquierda, son necesidades de cambio social que deberían de ser atendidas por cualquier gobierno del signo que sea.
El electorado vuelve su vista hacia lo práctico y más en tiempo de crisis económica. Mira hacia aquello o hacia aquellos que creen que puede resolver sus problemas en el barrio, en la búsqueda del empleo. Quieren, tan solo, solucionar sus problemas concretos. Les preocupa la inseguridad en las escuelas o la devaluación de la enseñanza pública por la falta de inversión o de rigor en su cometido. Sienten temor hacia los que son diferentes y piensan, erróneamente, que le están quitando su trabajo y eso, porque nadie les ha explicado de modo suficiente que esa diversidad enriquece y que están ahí para solucionar entre otras cosas su pensión del día de mañana. Están tan preocupados por tantos y tantos problemas cotidianos que muchos ciudadanos de a pie han llegado a la conclusión de que la izquierda ha dejado, lisa y llanamente, de atenderlos porque su centro de atención durante los últimos años ha sido otro muy diferente. La crisis ha puesto de relieve el "primum vivere" nuevamente.
Muchos ciudadanos de clase modesta que aún tienen el alma de izquierda creen ver en la derecha española y catalana esa política práctica y hacia ellos vuelve su vista. No los culpemos, no los culpemos porque si están ahí, fuera de su “campo natural” es porque las habilidades del prestidigitador, del ilusionista, solo encanta ya a los que con él están por su propio interes.
El PP siempre juega a la praxis en sus discursos pero cuando llega al poder vierte su ideario. CiU ha hecho lo mismo pero su cara es mucho más amable. La izquierda pretende llegar al poder solo con ideología y eso hoy, en estos tiempos no vende.
ResponderEliminarGracias Enrique,
ResponderEliminarhe venido leyendo la serie que has publicado sobre la campaña electoral que has publicado. Recuerdo del pasado el PSOE de Toval y Triginer y el reagrupament y el congress de Raventós, Obiols y compañía.
esa sintesís entre las dos almas ha de hacerse con sumo cuidado y con todo firmado de antemano, de ese modo se evitaran algunas de las situaciones que se han dado, Veremos en que acaba todo.
saludos,
Nicolás hay algo peor que la ideología monda y lironda y es la venta de humo. En su día catalogué la política de Zapatero como municipalista. En él, se observan muchos de lso tics que tienen los alcaldes: Mucha política de escaparate, de latiguillos, de agradar a todo trance y esa desviación no es asumible cuando se tiene el poder máximo, el del Estado.
ResponderEliminarsaludos,