Como era previsible el Partido Popular, ¿habría que hablar sólo del Partido Popular y no del conglomerado de la derecha como sería más correcto?, ha montado la marimorena con la visita de Moratinos a la roca.
La derecha como viene siendo habitual se ancla cada vez más en la consideración de la política como el ejercicio de mantenimiento de los principios inmutables. Son las ideas de la españolidad, el honor, la bandera, el destino católico del país y demás cuestiones que la hacen ser algo atípico en el universo de la derecha europea. Sólo la frena en este discurrir, al contrario que los viejos hidalgos tantas veces mencionados en la literatura del Siglo de Oro, su amor al dinero. Ellos saltan sobre esa especie de contradicción con suma habilidad. Hacen ser compatible la depredación económica con todos esos banderines de enganche que supone el españolismo rancio.
Existen un sinfín de problemas de toda índole en relación con la existencia de Gibraltar y su peculiaridad, a medio camino, entre el status oficial de colonia y el semiestado minúsculo que en la realidad es.
Estos problemas son claramente perceptibles en la comarca en la que se encuentra enclavada, problemas en torno a los límites para la pesca, la asistencia sanitaria, la contaminación proveniente de los buques que hacen escala allí y otros, derivados e imputables al secreto bancario y a la opacidad en la formación de muchas empresas fantasmas que tienen su residencia en la roca.
Según la derecha, el no reconocimiento de Gibraltar implica la imposibilidad de hablar con ellos y mucho menos visitarlos a nivel de gobierno.
En realidad me importa un comino la situación estatutaria de Gibraltar. Es más, en un tiempo, las manifestaciones alentadas por la derecha de siempre del “Gibraltar español” me hacían reir y en el fondo, deseaba que aquél espacio de libertad que allí había, al sur de la península, siguiera siendo así bajo la bandera que fuese.
Hoy, y en relación con Gibraltar, me preocupan otras cuestiones, entre ellas, las derivadas de ser un paraíso fiscal y también, todos los concernientes al medio ambiente y esos problemas, solo pueden solucionarse mediante el diálogo, por eso me parece de sumo interés la visita de Moratinos y por eso alabo, por lo positiva que es, la decisión del gobierno de Zapatero de abrir un diálogo con la administración gibraltareña.
La derecha seguirá como siempre, ellos a lo suyo, con estas decisiones rearman y hacen sentir cómodos en el seno del Partido Popular a un sector no despreciable en cuanto a su número de la sociedad española; la derecha ultramontana.
En realidad envidio a los dirigentes de los populares la capacidad que tienen para recoger en su seno a toda esa troupe. Todos se hallan allí, desde los herederos de la falange pasando por los ultracatólicos y llegando a los liberales económicos. A todos les hace sentirse a gusto con ellos. ¿Cómo lo harán?
La derecha como viene siendo habitual se ancla cada vez más en la consideración de la política como el ejercicio de mantenimiento de los principios inmutables. Son las ideas de la españolidad, el honor, la bandera, el destino católico del país y demás cuestiones que la hacen ser algo atípico en el universo de la derecha europea. Sólo la frena en este discurrir, al contrario que los viejos hidalgos tantas veces mencionados en la literatura del Siglo de Oro, su amor al dinero. Ellos saltan sobre esa especie de contradicción con suma habilidad. Hacen ser compatible la depredación económica con todos esos banderines de enganche que supone el españolismo rancio.
Existen un sinfín de problemas de toda índole en relación con la existencia de Gibraltar y su peculiaridad, a medio camino, entre el status oficial de colonia y el semiestado minúsculo que en la realidad es.
Estos problemas son claramente perceptibles en la comarca en la que se encuentra enclavada, problemas en torno a los límites para la pesca, la asistencia sanitaria, la contaminación proveniente de los buques que hacen escala allí y otros, derivados e imputables al secreto bancario y a la opacidad en la formación de muchas empresas fantasmas que tienen su residencia en la roca.
Según la derecha, el no reconocimiento de Gibraltar implica la imposibilidad de hablar con ellos y mucho menos visitarlos a nivel de gobierno.
En realidad me importa un comino la situación estatutaria de Gibraltar. Es más, en un tiempo, las manifestaciones alentadas por la derecha de siempre del “Gibraltar español” me hacían reir y en el fondo, deseaba que aquél espacio de libertad que allí había, al sur de la península, siguiera siendo así bajo la bandera que fuese.
Hoy, y en relación con Gibraltar, me preocupan otras cuestiones, entre ellas, las derivadas de ser un paraíso fiscal y también, todos los concernientes al medio ambiente y esos problemas, solo pueden solucionarse mediante el diálogo, por eso me parece de sumo interés la visita de Moratinos y por eso alabo, por lo positiva que es, la decisión del gobierno de Zapatero de abrir un diálogo con la administración gibraltareña.
La derecha seguirá como siempre, ellos a lo suyo, con estas decisiones rearman y hacen sentir cómodos en el seno del Partido Popular a un sector no despreciable en cuanto a su número de la sociedad española; la derecha ultramontana.
En realidad envidio a los dirigentes de los populares la capacidad que tienen para recoger en su seno a toda esa troupe. Todos se hallan allí, desde los herederos de la falange pasando por los ultracatólicos y llegando a los liberales económicos. A todos les hace sentirse a gusto con ellos. ¿Cómo lo harán?
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