Esta última semana ha sido prolija en acontecimientos judiciales. Por fín el presidente de la Generalitat Valenciana ha visto cumplido su anhelado deseo de estar ante el tribunal en el que ha declarado como imputado por el caso Gürtel. Estado en el que sigue, aunque algunos traten de olvidarlo, tras las primeras declaraciones en sede judicial. Hemos visto al president recorrer, acompañado de sus vicepresidentes y la alcaldesa de Valencia, el camino desde su coche oficial hasta la puerta del palacio de justicia. Repartiendo abrazos y sonrisas entre sus fieles, acompañado de su séquito, solo faltaba en el scenario la alfombra roja habitual de los grandes acontecimientos para dar mayor empaque. Todo para hacer olvidar la verdadera dimensión de ese paseíllo. No iba a recibir ningún premio el president, era el mismo camino que todo presunto delincuente hace cuando se le llama a declarar, no como testigo, sino como imputado.
El bochorno que hemos pasado los ciudadanos de este país con todo este acontecimiento se ha visto acrecentado ante la parafernalia que ha montado el Partido Popular durante los últimos días, baños de multitudes, declaraciones de apoyo encendidas y sonrisas de oreja a oreja de todos sus correligionarios.
Como es posible asistir a este espectáculo del “aquí no pasa nada”, de la relativización de lo sucedido, a la campaña de descredito a la que someten a todos los que vienen aportando pruebas sobre los delitos que se vienen encausando sin que nos pongamos colorados.
Sólo en aquellos que han tomado como norma de comportamiento el trapicheo, el uso y abuso de lo público, la consideración de la actividad política como método de enriquecimiento, eso sí, a lo grande pueden hacer de este hecho gravísimo para la democracia un vodevil. No no quedan tan lejos los casos Zaplana y Naseiro. Es más de lo mismo, aunque en aquella ocasión las grabaciones reflejo de una realidad, no fueron tomadas como prueba.
Son los mismos que abrazan ante los medios y ante la jerarquía católica unas normas de actuación que vulneran a diario, son los que se reclaman de una moral cristiana con la que intentan tener una supremacía moral sobre los demás. Si con el claro beneplácito de una jerarquía católica que nunca, nunca, les denunció. No solo esta el divorcio, la hipotética devaluación del matrimonio al que acceden los homosexuales o el aborto, también está en una misma dimensión el “No robaras”
No soy de los que tienen fe ciega en la justicia. Los tópicos habituales de que las sentencias judiciales ponen de manifiesto la verdad objetiva no van conmigo aunque en lo mas recóndito espero, anhelo, que en este caso se haga de verdad justicia. Si al final Camps dimite, o no dimite, en realidad poco me importa.
La misma semana nos ha deparado una nueva condena esta vez de tres militares por el caso del YAK-42. Seis años después se ha dictado sentencia en la Audiencia Nacional. Nuevamente aquí se ha puesto de manifiesto la verdadera cara del Partido Popular; Trillo ministro de Defensa en aquél entonces, responsable de haber alquilados aviones de saldo, sin el mantenimiento adecuado, unos aviones que fueron desechados por las fuerzas armadas de otros países.
El mismo que animaba a acabar cuanto antes con los trabajos de identificación de los cadáveres de los soldados españoles. El mismo al que inexplicablemente el presidente del tribunal que ha juzgado este caso no ha llamado a declarar. El que con toda la desfachatez y sinvergonzonería ha salido a leer un comunicado exculpatorio en el que no se ha permitido preguntas de los periodistas. El mismo que Semana Santa tras Semana Santa porta, con el objeto de que todos lo vean, un paso de La Piedad en Cartagena, que ironía, la misma piedad que debería haber tenido con los familiares de los soldados fallecidos. El mismo que es miembro activo de la Obra de Dios.
El capaz de travestirse de Torquemada en la tribuna del Congreso pidiendo a los demás coherencia y moralidad cuando es el ejemplo palpable de lo peor que haya podido dar de sí la política española.
En este mismo blog se ha denunciado esta actitud en el Partido Popular, también se ha comentado que por desgracia estos casos no conllevan una actitud de rechazo en la mayoría de los votantes de la derecha.
Es inevitable traer a colación el caso Berlusconi y lo que supone de deslegitimación constante de la política y de sus actores en Italia. Sería triste, muy triste que la política española se deslizara por esa vertiente que marca el populismo, la frivolidad y el ridículo. Que me borren del censo.
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