Toc, toc, toc. ¿Quéda alguien ahí? ¿Quéda alguien detrás de este canal digital que se abre al mundo? Si es así, como si fuese cualquier cuento de Navidad yo también vengo a ofrecerle, no un cuento de navidad – no es tiempo de ello- sino un cuento obrero apropiado a la fecha en la que nos encontramos.
Nada de lo leído u oído en estas tres semanas ha sido capaz de sacarme del letargo y la postración en esto del escribir, pero hoy, más por costumbre que por cualquier otra cosa, no he tenido el valor suficiente como para dejar en blanco estas páginas. Quiero glosar lo que fue, en otros tiempos, motor de nuestras actitudes políticas.
De mi primer Uno de Mayo pasan ya décadas. Un mozalbete que corría, allá en el sesenta y cinco por el Casco Viejo de Bilbao. O aquella otra vez, que casi ahogado, subía escopetado con Angel Bolós de compañía por la Calzada de Mallona, buscando un portal donde refugiarnos de unos grises que recorrían calles buscando manifestantes dispersos. Cuentos de viejos...
Después, con la legalización, bajo las banderas rojas y otras veces sosteniendo una pancarta, he recorrido cada año las calles de mi ciudad. Manifestaciones, una tras otra. Huelgas y paros, incontables. Fiel testigo de esas épocas son las “heridas de guerra” es el certificado de cotizaciones a la seguridad social. Las pérdidas por cada hora y cada día de huelga que muchos de nosotros tenemos.
Hoy no asistiré. Se que hace falta salir a la calle, pero desde mi punto de vista, hoy, precisamente hoy, no sería el día en el que inexcusablemente hay que salir. Cualquier otro día de los restantes 364 podría serlo, pero no precisamente hoy, en el que burócratas que tienen asegurado el puesto de trabajo y los causantes de nuestra desgracia post crisis acudiran a las manifestaciones muy vestiditos de seda y colocaditos todos ellos, para poder salir en las fotos, muy cerca de las cabeceras; Aunque la mona se vista de seda… No me place nada salir a hacer bulto para mayor gloria de otros mientras encabecen las manifestaciones y tengan lugar preferente en ellas los que están.
El Uno de Mayo ya no es lo que fue, mi estómago no podría resistir sin fuertes convulsiones el ver como algunos, una vez más, sacan las viejas banderas de la conveniencia, rojas en este caso, para seguir viviendo del cuento.
Las burocracias en mi provincia acompañaran a quienes nunca asistieron a una manifestación de este tipo y que tan solo aspiran a seguir sentándose en Valladolid o en el ayuntamiento de Salamanca. Un acto más de propaganda electoral. Que con su pan se lo coman.
Llámenme, para que acuda a una manifestación a favor del empleo cualquier otro día del año. Llámenme, si fuese preciso, para ayudar a tomar cualquier palacio de invierno, desde mis escasas fuerzas y si la causa lo mereciera también lo haría. Llámenme para asaltar los nidos de los traidores, con sumo gusto lo haría. Llámenme para que, debajo de unos grandes cartelones, a la antigua usanza, con las efigies de Marx, Engels, Bakunin, Fourier, Blanqui, Ché, Mao o Lenin acuda a manifestarme cualquier día menos hoy, aunque ya solo crea en el esfuerzo intelectual y la clarividencia social, aunque no redentora, de los dos primeros. Llámenme para eso.
Llámenme a homenajear, recordar y llorar lo que en su día fue, y ya no es, en la manifestación anual en el día en que se conmemora la muerte de Rosa Luxemburgo. Esta semana hemos visualizado, en familia, las dos películas de Oliver Stone (Wall Street I y II). Crisis solo crisis, y hoy, veremos Tiempos Modernos de Chaplin.
Desde mi amargura esa será mi pequeña contribución al Uno de Mayo. Es necesario mantener el recuerdo vivo. No me llamen, en cambio, para hacer bulto, las masas ya no son lo que eran. Ya no estoy para esas cosas. Cuídense.
Te echaba de menos colega.
ResponderEliminarYa nada es lo que era antes, Miguel.
ResponderEliminarCon decirte que ahora se están muriendo gentes que antes no se morían. (!)
Salú,
Hola Miguel.
ResponderEliminarHacer bulto, levantar el dedo obedientemente, acatar ... son actitudes que se llevan en política ¡que es una barbaridad!
No decaigas, hace falta más que nunca agudeza y elegancia para luchar contra la mediocridad.
Saludos