Si en algo estamos de acuerdo los que nos movemos en el ámbito de la izquierda y en concreto en la izquierda socialdemócrata es en la existencia de una doble vara de medir para la gestión de la cosa pública.
Esta doble vara es percibida y utilizada por los ciudadanos en el ejercicio de su voto, lo es también por los medios y como no, por los propios políticos sean afiliados o dirigentes.
La exigencia de moralidad, de coherencia y disponibilidad en el ejercicio de la función pública e incluso la privada es muy distinta según se dirija hacia los representantes de la izquierda o a los de la derecha.
La prueba más concluyente es que la nómina de responsables públicos socialistas que han dimitido por errores, equívocos o incluso simplemente por la impresión que pudiera causar en un momento determinadas acciones, aunque estas no fuesen punibles, son más que notorias. En definitiva, los casos de asunción de responsabilidades políticas son abrumadoras en relación con lo ocurrido en las filas de la derecha. Por supuesto no estamos hablando solo de los casos de sentencia judicial si no en los de la simple denuncia, rumor o sospecha.
Se dirá y no falta razón en esta apreciación que esto obedece en lo básico a un modo de sentir la democracia y lo público por parte de los socialistas y que ese modo difiere del practicado por el Partido Popular en su seno y en la sociedad. Deberíamos añadir que quizá sea debido también a la existencia del clásico sentido de patrimonialización del poder que tiene la derecha.
Para ellos, el poder tiene un sentido casi natural y que debe radicar por lo tanto en los que, según su criterio, están mejor preparados, coincidiendo siempre con aquellos que merced a sus capacidades adquiridas o heredadas se encuentran en la cúspide de la sociedad. Ese es el fundamento de la ideología neoliberal y ese era el fundamento del liberalismo a ultranza del siglo XIX del cual todavía la derecha de toda la vida no ha abjurado.
Es curioso ver cómo ha habido un repliegue generalizado de la posiciones políticas de la izquierda; el Bad Godesberg de los socialdemócratas alemanes en 1959, el del XXVIII Congreso del PSOE de 1979 en Madrid.
Sin embargo, la derecha ha seguido durante los últimos treinta años un proceso inverso en lo económico y en lo social hacia posiciones propias del siglo XIX . En el caso de España se han roto moldes volviendo no solo a los fundamentos del capitalismo más salvaje sino en una alianza con una Iglesia Católica que impone políticas retrógradas añorantes del nacionalcatolicismo del pasado como paso previo para santificar la política general del Partido Popular.
Los socialistas siempre nos hemos preguntado cómo ha sido, que ha ocurrido para que los continuos casos de procesamientos y corrupción probada o no en el Partido Popular hayan acabado con sobreseimiento, invalidez de las pruebas o en poquísimos casos en condena firme.
Y lo más chocante, la evidencia casi matemática de que el electorado sigue siendo fiel en un porcentaje altísimo a la derecha pese a los escándalos. En los casos en el que se ha dado cambio en la tendencia del voto lo ha sido por la movilización de votantes de izquierda que en procesos electorales anteriores se habían abstenido.
En definitiva, hay que reconocer, sobre todo para evitarnos la mala leche y frustración que se nos acumula, que todos esos casos no les supone una gran pérdida electoral, que el porcentaje de variación es mínimo y que en algunos casos es inexistente.
Nos tenemos que convencer que esas son las cartas que nos ha correspondido en el reparto y con esas tenemos que jugar. La denuncia nos vale para evidenciar ante los propios como es la derecha y de este modo movilizarlos pero que en muy pocos casos vamos a obtener réditos electorales de esas situaciones.
Ello puede ser debido a que, como se dice continuamente, el electorado puro de la derecha sabe a lo que juega. Sabe lo que puede esperar de sus dirigentes y que, triste es reconocerlo, en gran parte es solidario, aunque nos duela, con un modo de hacer política que considera “normal”, claro está, dentro de la derecha pero que ese mismo proceder sería fuertemente criticable en el caso de la izquierda: La doble vara.
En esta tarea se afanan no solo los dirigentes de la derecha sino toda una caterva de medios que en un supremo ejercicio de cinismo tienden a justificar en la página tres de un periódico lo que hace un determinado dirigente del Partido Popular y en la cinco, criticar con saña y pedir al mismo tiempo la dimisión de un dirigente del PSOE por algo de menor entidad. Mejor empleo de la hipócrita medida no cabe.
¿Somos en la izquierda unos pardillos por ejercitar un modo de entender la moral pública? No. Pienso que no, la izquierda debe de seguir siendo coherente con un modo de entender la política, actuando en nuestro seno como lo venimos haciendo aunque ello nos suponga el pasarnos a veces de frenada. Porque si no, los ciudadanos serían concluyentes con nosotros procediendo a retirarnos su apoyo.
Actualmente nuestra senda no transita por el probar ante todos que no nos pringamos, que no vamos contra la ley como en el pasado. Se mueve en el angosto sendero que marca la sospecha permanente siempre aventada por la derecha.
No sería concebible para el PSOE hacer política sin que ardiera el país si tuviese algo parecido a un Fabra, presidente de la diputación de Castellón, imputado en varias causas que se encuentran en un estado de permanente instrucción y reciente editor de un libro que defiende el legado de Francisco Franco. ¿Sería tolerable acaso en la izquierda un máximo dirigente de la comunidad autónoma del que se alumbraran sonoras sospechas de utilización de los medios públicos para el espionaje de miembros de su propio partido y que a su vez utilizara todos los recursos a su alcance para hacerse con el control de una entidad financiera como Caja Madrid?.Este hecho denunciado por todo el mundillo financiero y en concreto el presidente de la CECA. Sí ese es el caso de Esperanza Aguirre y ella con su casticismo ramplón jaleado por sus fieles por toda respuesta.
¿Dónde quedan los gestos de Pilar Miró y Corcuera con sendas dimisiones sobre determinados errores en la gestión frente al hecho cierto del cierre de filas de los populares para con el presidente de la Comunidad Valenciana Camps en el escandaloso asunto de los trajes “sin factura”?
Punto aparte merece el de un auténtico campeón de la desfachatez y cinismo, azote y látigo en cualquier caso que se presente de los socialistas, el del diputado Federico Trillo. Curioso caso el de este hombre cuando en su armario tiene, aparte de su fanática filiación religiosa ultra, una serie de trajes confeccionados por el mismo sastre que le trabajaba a Camps según confesión del propio artesano. Ropero en el que además anida la vergüenza perdida en el caso Yak-42, asunto que en la actualidad está siendo juzgado en la Audiencia Nacional, por cierto, sin su presencia en el banquillo. Conviene recordar que el ex-ministro era el responsable de defensa en aquél momento.
No, la izquierda ha de proseguir por ese sendero tan estrecho de no solo ser honrado sino también parecerlo, aunque eso suponga momentos de amargura, incomprensión y a veces indignación propia por parecer a veces más papistas que el papa mientras que la derecha actúa hipócritamente y sin complejo.
Nosotros los socialistas y mas los dirigentes del PSOE Deberían saber que las elecciones hay que ganarlas por méritos propios, que la seriedad en los planteamientos y en las políticas es un aval, que responder a aquellos que representamos; los trabajadores y los sectores más desfavorecidos del País debe ser nuestra guía de funcionamiento y todo ello sin concesiones a la galería, a la teatralidad, las modas, al oportunismo y a la improvisación a la que tan aficionados somos.
Solo se ganaría por eso y no por el comportamiento punible o no que pueda tener la derecha. De ahí poco se puede sacar.
Esta doble vara es percibida y utilizada por los ciudadanos en el ejercicio de su voto, lo es también por los medios y como no, por los propios políticos sean afiliados o dirigentes.
La exigencia de moralidad, de coherencia y disponibilidad en el ejercicio de la función pública e incluso la privada es muy distinta según se dirija hacia los representantes de la izquierda o a los de la derecha.
La prueba más concluyente es que la nómina de responsables públicos socialistas que han dimitido por errores, equívocos o incluso simplemente por la impresión que pudiera causar en un momento determinadas acciones, aunque estas no fuesen punibles, son más que notorias. En definitiva, los casos de asunción de responsabilidades políticas son abrumadoras en relación con lo ocurrido en las filas de la derecha. Por supuesto no estamos hablando solo de los casos de sentencia judicial si no en los de la simple denuncia, rumor o sospecha.
Se dirá y no falta razón en esta apreciación que esto obedece en lo básico a un modo de sentir la democracia y lo público por parte de los socialistas y que ese modo difiere del practicado por el Partido Popular en su seno y en la sociedad. Deberíamos añadir que quizá sea debido también a la existencia del clásico sentido de patrimonialización del poder que tiene la derecha.
Para ellos, el poder tiene un sentido casi natural y que debe radicar por lo tanto en los que, según su criterio, están mejor preparados, coincidiendo siempre con aquellos que merced a sus capacidades adquiridas o heredadas se encuentran en la cúspide de la sociedad. Ese es el fundamento de la ideología neoliberal y ese era el fundamento del liberalismo a ultranza del siglo XIX del cual todavía la derecha de toda la vida no ha abjurado.
Es curioso ver cómo ha habido un repliegue generalizado de la posiciones políticas de la izquierda; el Bad Godesberg de los socialdemócratas alemanes en 1959, el del XXVIII Congreso del PSOE de 1979 en Madrid.
Sin embargo, la derecha ha seguido durante los últimos treinta años un proceso inverso en lo económico y en lo social hacia posiciones propias del siglo XIX . En el caso de España se han roto moldes volviendo no solo a los fundamentos del capitalismo más salvaje sino en una alianza con una Iglesia Católica que impone políticas retrógradas añorantes del nacionalcatolicismo del pasado como paso previo para santificar la política general del Partido Popular.
Los socialistas siempre nos hemos preguntado cómo ha sido, que ha ocurrido para que los continuos casos de procesamientos y corrupción probada o no en el Partido Popular hayan acabado con sobreseimiento, invalidez de las pruebas o en poquísimos casos en condena firme.
Y lo más chocante, la evidencia casi matemática de que el electorado sigue siendo fiel en un porcentaje altísimo a la derecha pese a los escándalos. En los casos en el que se ha dado cambio en la tendencia del voto lo ha sido por la movilización de votantes de izquierda que en procesos electorales anteriores se habían abstenido.
En definitiva, hay que reconocer, sobre todo para evitarnos la mala leche y frustración que se nos acumula, que todos esos casos no les supone una gran pérdida electoral, que el porcentaje de variación es mínimo y que en algunos casos es inexistente.
Nos tenemos que convencer que esas son las cartas que nos ha correspondido en el reparto y con esas tenemos que jugar. La denuncia nos vale para evidenciar ante los propios como es la derecha y de este modo movilizarlos pero que en muy pocos casos vamos a obtener réditos electorales de esas situaciones.
Ello puede ser debido a que, como se dice continuamente, el electorado puro de la derecha sabe a lo que juega. Sabe lo que puede esperar de sus dirigentes y que, triste es reconocerlo, en gran parte es solidario, aunque nos duela, con un modo de hacer política que considera “normal”, claro está, dentro de la derecha pero que ese mismo proceder sería fuertemente criticable en el caso de la izquierda: La doble vara.
En esta tarea se afanan no solo los dirigentes de la derecha sino toda una caterva de medios que en un supremo ejercicio de cinismo tienden a justificar en la página tres de un periódico lo que hace un determinado dirigente del Partido Popular y en la cinco, criticar con saña y pedir al mismo tiempo la dimisión de un dirigente del PSOE por algo de menor entidad. Mejor empleo de la hipócrita medida no cabe.
¿Somos en la izquierda unos pardillos por ejercitar un modo de entender la moral pública? No. Pienso que no, la izquierda debe de seguir siendo coherente con un modo de entender la política, actuando en nuestro seno como lo venimos haciendo aunque ello nos suponga el pasarnos a veces de frenada. Porque si no, los ciudadanos serían concluyentes con nosotros procediendo a retirarnos su apoyo.
Actualmente nuestra senda no transita por el probar ante todos que no nos pringamos, que no vamos contra la ley como en el pasado. Se mueve en el angosto sendero que marca la sospecha permanente siempre aventada por la derecha.
No sería concebible para el PSOE hacer política sin que ardiera el país si tuviese algo parecido a un Fabra, presidente de la diputación de Castellón, imputado en varias causas que se encuentran en un estado de permanente instrucción y reciente editor de un libro que defiende el legado de Francisco Franco. ¿Sería tolerable acaso en la izquierda un máximo dirigente de la comunidad autónoma del que se alumbraran sonoras sospechas de utilización de los medios públicos para el espionaje de miembros de su propio partido y que a su vez utilizara todos los recursos a su alcance para hacerse con el control de una entidad financiera como Caja Madrid?.Este hecho denunciado por todo el mundillo financiero y en concreto el presidente de la CECA. Sí ese es el caso de Esperanza Aguirre y ella con su casticismo ramplón jaleado por sus fieles por toda respuesta.
¿Dónde quedan los gestos de Pilar Miró y Corcuera con sendas dimisiones sobre determinados errores en la gestión frente al hecho cierto del cierre de filas de los populares para con el presidente de la Comunidad Valenciana Camps en el escandaloso asunto de los trajes “sin factura”?
Punto aparte merece el de un auténtico campeón de la desfachatez y cinismo, azote y látigo en cualquier caso que se presente de los socialistas, el del diputado Federico Trillo. Curioso caso el de este hombre cuando en su armario tiene, aparte de su fanática filiación religiosa ultra, una serie de trajes confeccionados por el mismo sastre que le trabajaba a Camps según confesión del propio artesano. Ropero en el que además anida la vergüenza perdida en el caso Yak-42, asunto que en la actualidad está siendo juzgado en la Audiencia Nacional, por cierto, sin su presencia en el banquillo. Conviene recordar que el ex-ministro era el responsable de defensa en aquél momento.
No, la izquierda ha de proseguir por ese sendero tan estrecho de no solo ser honrado sino también parecerlo, aunque eso suponga momentos de amargura, incomprensión y a veces indignación propia por parecer a veces más papistas que el papa mientras que la derecha actúa hipócritamente y sin complejo.
Nosotros los socialistas y mas los dirigentes del PSOE Deberían saber que las elecciones hay que ganarlas por méritos propios, que la seriedad en los planteamientos y en las políticas es un aval, que responder a aquellos que representamos; los trabajadores y los sectores más desfavorecidos del País debe ser nuestra guía de funcionamiento y todo ello sin concesiones a la galería, a la teatralidad, las modas, al oportunismo y a la improvisación a la que tan aficionados somos.
Solo se ganaría por eso y no por el comportamiento punible o no que pueda tener la derecha. De ahí poco se puede sacar.
Me gustaría que Don José Blanco hiciera lo mismo que Camps, el tan denostado Camps, que presentó su dimision para poder ser juzgado por la adquisición de sus tres tristes trajes, creeré en la democracia cuando los que detentáis el cuarto poder, persigáis con igual saña a los de la dereca que a los de la izquierda, sí no digo como mi compatriota Saramago si quien manda es el capital ¿dónde queda la democracia?
ResponderEliminarYa está bien que los que nos han estado robando se refugien en cargos politicos para evadir responsabilidades.
Un aindignada más de los miles que somos ya en el mundo