La barbarie de la guerra. Sobrecoge las imágenes de niños
sepultados entre los escombros de Gaza. Causa horror ver como unos palestinos, supuestamente confidentes, son arrastrados
por un vehículo en el que dos milicianos posan ufanos por la hazaña. Ambos
acontecimientos introducen no pocas interrogantes sobre qué es lo que se
entiende por justicia en aquellas tierras.
Dos modos de hacer la guerra a cual más brutal. La aséptica,
la que se dirige desde un ordenador como si fuese un videojuego, donde un
DRON no tripulado descarga bombas de modo
milimétrico. La otra nos
retrotrae a lo atávico, a la Edad Media. Rememora los degüellos, las
decapitaciones, el descuartizado o el toreo de republicanos en la arena
de la plaza de toros de Badajoz. Brutalidad, horror. Marx se quedó corto. No, el opio del pueblo no es tan solo la religión, también lo es el nacionalismo.
El siglo XXI, igual que lo fue el XIX, será nuevamente, si
no lo remediamos, el siglo de los
nacionalismos y la intransigencia. Los llamados a resolver ese problema, la
izquierda, ha fracasado, y ha fracasado porque aquel llamamiento a la unidad
de los parias o pobres de la tierra no ha tenido lugar, estos (los parias),
vuelven su cara hacia el nacionalismo y localismo salvador tanto en Gaza como
en Alemania, Finlandia, Holanda, Israel, Euskadi, España o Cataluña. Tomemos nota de la
falta de acuerdo de esta pasada madrugada en el Eurogrupo sobre el caso griego
para ver el importante auge que ha alcanzado los intereses nacionales cuando se
habla de dinero y solidaridad.
Atribuyo a la izquierda, a su génesis como opción política,
las grandes ideas. Las ideas inmutables, eternas, atemporales como la Justicia,
la Igualdad, la Solidaridad, la Libertad, el Bien, y son esas ideas las que permanecen
en el ser humano como un anhelo que desea ser cumplido. Ya sé que rememoro algo tan pasado como Sócrates o Platón. Pero
ese deseo es invocado, que no cumplido, por toda legislación, por todo orden
político que tiene como centro al hombre. Luego, si eso es así, cabe
preguntarse el por qué no triunfa estas ideas, por qué vienen siendo derrotadas cada vez más en nuestro mundo. Podemos volver nuevamente a la
filosofía o a la comedia romana. Plauto
fue quien acuñó la frase de que “el hombre es un lobo para el hombre” Hobbes
basándose en la experiencia dictaminó, casi mil setecientos años después, que
efectivamente, “el hombre es un lobo para el hombre” defendiendo algo que posteriormente sería
aprovechado por los primeros economistas liberales: “El egoísmo es el motor del
progreso”.
A pesar de todo, yo sigo pensando que, en términos muy
mayoritarios, los anhelos del hombre se corresponden más con lo que decía Sócrates
y Platón sobre la naturaleza de los hombres que lo dicho por Hobbes, aunque pudiera decirse, por la experiencia,
lo contrario. Existe una tensión, una dialéctica entre lo uno y lo otro.
En esa batalla, cobra una gran importancia el papel del
maestro (el político de izquierda) en la difusión de esos grandes valores. La ejemplaridad es la clave.
Estos valores que están en la base del pensamiento de izquierda no sufren las
crisis, porque es lo que el ser humano siempre ha deseado para sí y para los
otros. Lo que está en crisis son los instrumentos (partidos) y sus agentes
(políticos). No hay por lo tanto una crisis de la izquierda, no hay un fracaso
de sus ideas y valores, la gente pide algo tan sencillo como coherencia y la
correspondencia entre la praxis política y lo que permanece en los escritos. Esto
es lo que hay que resolver de modo adecuado. En este sentido, cabe interpretar
la falta de sintonía de muchos de los colectivos que pueblan las calles de este
país con las izquierdas partidarias. Aunque no se reclamen estrictamente como izquierda (tal vez para huir de
la desconsideración que este término ha acumulado en los últimos tiempos) si propician
y reclaman sus valores. Es ahí donde se
encuentra la regeneración y revitalización de los movimientos que desde Espartaco
hasta nuestros días han vuelto sus ojos hacia los pobres y marginados. Se
articularan, ya verán ustedes como se organizaran tomando visibilidad opcional ante la ciudadanía y
entonces tan solo quedará el elegir.
Así ha sido a lo largo de la historia y así lo seguirá siendo.